Y no me refiero a que recuerdes la última vez que te quemaste tomando el sol… Me ha venido este título porque, precisamente, después de una mudanza, siento un poco como si hubiera removido muchas cosas en mi, incluso la piel.

La piel es un órgano del cuerpo que nos envuelve, nos permite percibir el frío, el calor, el viento, el sol, una caricia y también una agresión. Es sensible y vulnerable, y su salud, depende de cómo nos alimentamos, nos hidratamos y de las emociones que experimentamos. Por ejemplo, cuando estamos felices y nos sentimos amados, nuestra piel reluce ¿verdad?.

El caso es que tomé la decisión de trasladarme a vivir a otro lugar y todo se ha alineado para que esté lo suficientemente cerca de Madrid para relacionarme con el mundo y, al mismo tiempo, lo suficientemente lejos para disfrutar de la naturaleza, la tranquilidad y del aire puro.

Un día lo decreté y se cumplió rápidamente para mi sorpresa, una vez más me reafirmo en que tenemos un poder inmenso de crear nuestra realidad.

Pero bueno… también es verdad que, cuando tomamos decisiones, no queda otra que asumir las consecuencias. Y en ello estoy, acostumbrarme a un nuevo lugar, nuevo entorno…y empezando de nuevo, rediseñando la empresa, asumiendo ausencias y distancias.

Esto de mudar de casa tiene algo de mudar la piel, como las serpientes, de mudar el plumaje como las águilas y …en fin…de renovación….y todo coincidiendo con el cambio de estación.

En este momento de mi vida necesito estar conectada con los ritmos de la naturaleza y este lugar me lo permite. Después de un largo y frío invierno, ha llegado esta primavera que ha inundado de verde todo, el jardín está a rebosar de hierbas de lo más variado, la montaña aún conserva un reflejo blanco en la cumbre y los pájaros se van a quedar roncos de tanto cantar. Increíble la fuerza de la naturaleza, agua por todos sitios y la sensación que todo es nuevo y excesivo, es una sinfonía de vida.

La experiencia de la Vida es una aventura apasionante que ofrece oportunidades para renovarnos y para volver a empezar, en definitiva, experimentar una súper vivencia (¡ojo! que he separado la palabra).

Esas dos palabras así escritas adquieren un significado especial, de vivir más allá de sobre vivir, hacerlo con la conciencia de que estamos aquí de paso para aprender, evolucionar y experimentar viviendo cada día como un regalo maravilloso.

Ahora cuando «bajo» a la gran ciudad, tomo el metro o paseo, me convierto en observadora, y os confieso que veo caras de personas que parecen están viviendo como supervivientes, hasta su físico encorvado los delata, miradas perdidas y rostros grises. Y desde luego que hay razones para ello, el panorama que pintan los telediarios da miedo. Y una vez más me siento afortunada de vivir desde otra perspectiva, de vivir consciente que aquí hemos venido para algo más que ir a la deriva, que trabajar, que sufrir, de esforzarnos y de estar en el conflicto. Cuando estoy en ese entorno, respiro y dejo de juzgar y de valorar, vuelvo a mi y recuerdo que he venido a experimentar la felicidad, la paz y el amor que ya soy. Y confío que esa vibración se expanda ….os parecerá un poco loco pero es así.

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Te invito a que te observes en el espejo y mires cómo está tu piel…..respira a tu corazón y pregúntate….¿soy superviviente o súper viviente?

Como siempre la respuesta está en tu interior.

Gracias por leer y por comentarme qué te ha parecido esta reflexión.